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LA SOMBRA

Para los pueblos primitivos, el sol era la luz del espíritu y la sombra era su “doble negativo”: su alter ego, su alma.

Marina Llorente – desde muy joven- se sintió atraída por ese misterio – “sombra misteriosa” – que implicaba la realidad del mundo y la existencia humana. Y así ha intentado hasta hoy penetrar su sentido: ese lado oscuro de cada objeto y de la individualidad, esa proyección fuera de sí, ese acuerdo – ¿o desacuerdo? – entre la conciencia y la conducta, entre el ser y parecer.

Como pintora – al observar la realidad circundante – ha ido indagando ese dilema esencial. Y con una maestría pictórica admirable, sus cuadros han ido revelando esa especie de ascesit, a veces difícil, para hallar la expresión artística y emotiva, real y tras  real, de esa búsqueda. En los cuadros que nos presenta hoy, luz y sombra conviven, se abrazan, se distienden, se proyectan fuera de sí, reflejan lo que no se ve pero que se intuye presente: sin huir, permanecen, sobrepasan lo que son y “trascienden”.

Y siempre con belleza, con singular perfección técnica y cromática.

Infinitud de sombras que vemos o no vemos, enigmáticas, acuciadoras, inquietantes.

Marina Llorente quiere ver más allá o más lejos de lo que mira o siente: sobrepasar los límites de lo que existe- no “virtual”- pero condenado a destrucción. Concede “sobrevida” -poética y estética- a las ramas, las hojas y hasta la piedra solitaria que la lluvia o el viento podrían condenar a ser polvo o nada. Trascendidos, sobreviven y quedan para siempre.

Concha Zardoya – 28-I-2004.

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